Tierra de gigantes: una reseña
“La historia es nuestra
Y la hacen los pueblos”
-Salvador Allende
¿Quién ha contado la historia
siempre? Podemos empezar por plantearnos esta pregunta porque a partir de la
respuesta que le demos es como vamos configurando la nuestra. Nos han dicho que
hay dos versiones en cada relato: la de los vencedores y las de los vencidos;
pero la voz de los vencidos, incluso, no alcanza por hablar de los
protagonistas olvidados y entonces no hay que hablar por ellos sino hablar de
ellos.
Un ejercicio lindo es el que
lleva a cabo Lucero Ambrocio Cruz en el libro “Tierra de gigantes”, digo lindo
porque es rebelde y la rebeldía es linda, no en el sentido estético burgués de
la palabra sino en el sentido estrictamente revolucionario, es decir, en el
sentido dialectico y transformador; la linda rebeldía como unidad indivisible
entre la acción y la creación.
Hablar desde el terruño es
complejo, sobre todo porque las subjetividades pueden hacernos perder detalles
que resultan necesarios a la hora de la valoración de un hecho, un momento o
toda una vida de resistencia como la que ha vivido el valle del mezquital, y
para no caer en ello, la autora ha dispuesto otras voces, que hablen ellas por
ella y sea ella quien las ponga en manos de otros/otras (dialéctica pues), son
las voces protagónicas las que narran momentos específicos de una misma
historia que tiene un común denominador: resistencia. De ahí que podamos leer
(o escuchar, porque cuando se sabe que hay personas detrás de las palabras uno
alcanza a escuchar como esas palabras le hablan en su mismo tono) las historias
desde sus protagonistas, no son los otros quienes cuentan su historia, son
aquellos/aquellas que estuvieron ahí, en el momento justo en que se escribía en
la memoria colectiva la historia, que como sostiene la autora casi al final del
libro, es la misma que han venido escribiendo quienes han habitado esta parte
del estado hidalguense.
Entonces habla don Acacio, don
Florencio, doña Antonia, Armando, Mariana, Agustín, Lucy y la misma Lucero,
hablan su historia para otros/otras y más allá de eso, la hablan para sí
mismos/mismas, para su propio pueblo que encuentra en su voz su grandeza. Este
libro recoge el orgullo de su gente y su tradición de lucha y resistencia, los anhelados
aires de libertad que se mezclan con el clima descrito en el que les tocó
vivir. Esta voz colectiva es una promesa permanente, un recordatorio de
valentía y orgullo. Una voz ancestral que se niega al silencio.
Para este que escribe, que viene
de otras tierras, encontrarse con este libro tan sincero y con esas voces
cotidianas que hacen la historia, es un aliciente para continuar soñando con
otro mundo donde quepan muchos mundos como dicen los zapatistas, porque vale la
pena soñar y soñar mientras se avanza como lo ha hecho el pueblo que describe
Lucero Ambrocio Cruz.
Leer “Tierra de gigantes” es sentir la efervescencia del movimiento popular y saber que (volviendo a los zapatistas), falta lo que falta.
Texto: Erik Sandoval